La capital danesa arrancó la temporada de desfiles ready-to-wear con el anuncio del Plan de Acción de Sustentabilidad 2020-2022. Una vez establecidas las reglas de juego ecológicas, tres días bastaron para que las etiquetas locales desplegaran sus propuestas de vanguardia.
Tras el objetivo de reducir a la mitad la huella de carbono y ser un evento con cero desperdicio, la Semana de la Moda de Copenhague trazó los estándares mínimos que la regirán de ahora en adelante. Entre ellos, y además las cuestiones productivas, incluye priorizar la comida vegana en los shows, prohibir el plástico descartable y moverse en autos eléctricos. Con participantes alineados por el bienestar del planeta y en la antesala de la pasarela neoyorkina, te contamos de qué va el otoño escandinavo.
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Ganni: a cowgirl thing
Después celebrar su décimo aniversario en una cancha de tenis, la danesa más internacional eligió como locación un skatepark. Sus distintivas siluetas holgadas, las mangas globo, el tejido de punto y la cuota obligada de print floreado sentaron las bases de la nueva colección. A puro denim y cuero, éste último como material estrella, trabajaron con recortes y costuras expuestas. Las boinas de crochet y las botas Stomper funcionaron como accesorios que se robaron el protagonismo y, según su creativa Ditte Reffstrup, “obligan a caminar erguido y hacen que una chica se vea muy segura de sí misma”. Los vestidos en matelassé escote corazón y los cuellos tipo campesino con microvolados fueron los ítems destacados, que las #GanniGirls no van a parar de usar. Miembro del consejo que lanzó el Plan en cuestión, Ganni convocó a diferentes artistas a recuperar vidrio, textiles y lanas que reingresarán a la cadena productiva.
Cecilie Bahnsen: muñecas dulces
La diseñadora que se caracteriza por el romance, la feminidad y los detalles ganó fuerza y sensualidad incorporando capas, siluetas entalladas por corsés y lúrex a sus típicas texturas de organza. Sus clásicos vestidos voluminosos sumaron recortes de lana y se les superpusieron pilotos a prueba del clima más húmedo, creados en colaboración con la firma londinense Mackintosh. El objeto de deseo de la colección, la falda acolchada con terminación de dobladillo vieira. La secuencia de looks, en clave monocromo y de paleta fría, incluyó el tono chocolate, en pleno auge, y que fue bautizado “Cadbury” por los medios. Las modelos sacadas de un relato onírico calzaron zapatillas de la japonesa Suicoke.
Stine Goya: arty printing
La diseñadora de marca homónima reunió por primera vez en la pasarela a cinco músicos que tocaron una melodía improvisada. Marcada por esta espontaneidad creativa, la colección “On air” está inspirada en Christo y Jeanne-Claude, dos artistas que intervienen los espacios públicos con sus vastas instalaciones textiles y confrontan a la sociedad. El tema es la herramienta elegida por Goya para darle un giro a la marca fundada en 2006: manteniendo la paleta pregnante, evoluciona en la construcción y las texturas a través de acabados lustrosos y trabajos de estampa que refrescan sus clásicos. En tonos verde lima, rosa, amarillo y lila brillantes, alternó vestidos al cuerpo, tops con fruncidos, sastrería y abrigos de pelo. Las ojotas con medias estampadas y los labiales en tonos shock remataron los looks de esta nueva etapa. La diseñadora creó una cápsula 100% sostenible el año pasado y lo está incorporando a su línea principal, con materiales orgánicos y reciclados.
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Malene Birger: Peggy á la Céline
Si la moda nórdica es la más sustentable de todas, entonces tiene sentido que en la web de Malene Birger nos inviten a alquilar su última colección (see-now, buy-now, ¿qué es eso?). Desde que aterrizó en 2017 como directora creativa, Mathilde Torp Mader sigue el lema “diseñada por mujeres para mujeres”. Por eso se inspiró en Peggy Guggenheim, la socialité y coleccionista de arte con residencia en Venecia. Su espíritu independiente, audaz y sofisticado se tradujo en un perchero romántico, elegante y sin esfuerzo que Vogue redefinió como un digno tributo a Céline en tiempos de Phoebe Philo. La sastrería azul a rayas y de cuadros son sus must para el otoño. El accesorio it, los pañuelos de seda estampados que sirven de top superpuesto, cubriendo un hombro y anudados en la cintura.
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Helmstedt: it’s 5 o’ clock somewhere
Emilie Helmstedt montó una fiesta de té de fantasía en la Embajada de Francia en Dinamarca. Las modelos esquivaban tazas y teteras gigantes de papel maché distribuidas por los salones, al mejor estilo Alicia. Con espíritu aniñado y la esencia #DoItYourself, la colección “Memorize” es una celebración a través de total looks texturizados. Bloques de color, prints atigrados, dameros, uvas y frutos rojos para cubrir de pies a cabeza las tipologías de pijama y camisón. El crochet que cubre las teteras se declaró tendencia, en forma de chalecos y capotes y los sweaters de cachemir reutilizado hicieron su aporte sostenible. Las cucharitas colgando de los atuendos, los sombreros-teteras y coronas de tazas ornamentaron según la divertida temática. Una vez más, el marrón apareció como el color del otoño.
Rodebjer: a piece of art
“Realidad elevada” son las palabras con las que la diseñadora sueca Carin Rodebjer describió sus 24 conjuntos cuidadosamente creados. Las pinturas surrealistas y las esculturas femeninas de Pablo Picasso fueron el punto de partida de la colección que apunta a la comodidad y la confianza femenina. Lo logró a partir del equilibrio entre prendas de lana y cachemir, clásicas, sin pretensiones, y en colores vibrantes, para vestidos sedosos de noche y sastrería de líneas puras y modernas. En el mismo sentido, sus siluetas tuvieron una soltura controlada, la suficiente para dar libertad y gracia al movimiento. Como referente de la industria consciente, empleó telas naturales y recicladas.
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