Te presentamos tres proyectos de Argentina para pensar y consumir ropa de manera circular, responsable y con cero desperdicio.
LUCíA CHAíN
La abuela de Lucía Chaín, una modista que emigró de Europa del Este, fue la gran protagonista de su infancia, que transcurrió entre el campo y la localidad de Bernal, en el conurbano bonaerense. La manera de vincularse con lo artesanal y la naturaleza determinaron a esta diseñadora de Indumentaria de la UBA y a ganar Semillero, el concurso por el que los graduados subían su colección a la pasarela de BAFWeek, que le dio el impulso económico para fundar la marca que lleva su apellido.
Lucía utiliza tintes naturales y se abastece de textiles de algodón de cooperativas de Chaco, Corrientes y Formosa. En mínimas cantidades utiliza tencel de pulpa de eucalipto, una de las fibras más sustentables del mundo, que se importa de Italia. La confección está a cargo del pequeño equipo que formó en su taller, mientras que la producción de punto la realizan dos abuelos muy activos y expertos en el rubro.
La última colección de @chain_sustentable consiste en una alianza con Jeanologia, una empresa española que busca hacer del denim una industria sostenible y generó una tecnología que optimiza el uso de agua. La tercera pata de esta colaboración es la reconocida empresa textil local Alpargatas.
Un largo historial de concursos internacionales le dieron visibilidad y la llevaron a vender sus prendas en la plataforma global Yoox, perteneciente al gigante Net a porter. Esta alianza surgió al ser seleccionada junto a Romina Cardillo (NOUS Etudions) por Vogue Italia para exponer en The Next Green Talent, como dos de las representantes del futuro de la moda sostenible. Hoy Lucía trabaja a pedido y la mayor parte de sus clientes residen en Japón, donde les atrae la estética minimalista compatible con su cultura y la historia de la marca que transmite. También los adolescentes son una parte de su público a destacar: “Tienen incorporado el cuestionamiento de cómo están hechas las cosas. La nueva generación la tiene re clara, tiene información que ni yo tenía cuando terminé la carrera”, dice.
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CARLA ANDREA
Carla Andrea Escalera es de Río Grande, en Tierra del Fuego. Desde los 18 años vive en La Plata, donde comenzó una búsqueda creativa estudiando arte y luego se dio cuenta que su expresión iba más por lo textil. Su línea de ropa es sostenible, sin género y fiel a su pensamientos. “Sabía que no me quería encontrar con textiles que no supiera de dónde venían”, comenta y explica que los desechos de las fábricas de sábanas de su ciudad natal son la base de su materia prima. Esos retazos son reciclados, influyendo directamente en la forma de la moldería, aportando la nobleza del algodón y algún que otro lino.
La paleta saturada responde a la naturaleza típica del paisaje fueguino y proviene de la infusión de desechos domésticos cotidianos, principalmente palta, yerba mate y cebolla. “Al trabajar a pedido, la gente entiende que hay otros tiempos y procesos. Tengo un ida y vuelta con el público que está bueno, donde les cuento qué tela y qué colores tengo disponibles”, agrega Carla, quien trabaja con un talle estándar que se adapta a las medidas del cliente.
Sobre encontrar la manera de hacer moda de manera sostenible opina que “Como latinoamericanos, venimos surfeando un montón de crisis económicas y tratamos de hacernos de lo que tenemos al alcance, aportando otro valor. Lejos de romantizarlo, sabemos buscarle la vuelta y ahí viene el tema del reciclaje. Se traslada a la forma de emprender de nuestra generación, independientemente del rubro”.
IMIX
“Imix es un signo de los Mayas que significa iniciación, tiene mucho poder y realmente lo siento así”, cuenta Erica Vega desde Posadas, la capital de Misiones. Hace 10 años fundó una marca de diseño de autora; cuando quebró y se pasó al rubro gastronómico, descubrió el denim haciendo delantales para un bar. Entonces armó un nuevo modelo de negocio basado en la reutilización de jeans viejos que sus familiares y amigos tenían en sus placares.
“Investigando, conocí todo el trasfondo detrás de fabricar un pantalón y su huella hídrica”, comenta. Siguió intercambiando pantalones a cambio de vouchers, que las personas más adelante podían canjear por una de sus prendas. Actualmente los compra por fardo a familias que los recolectan en distintos barrios. El proceso consiste en clasificar, lavar, desarmar y confeccionar en talleres familiares de la zona.
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“Tengo mucho más para dar con el denim, no solamente en ropa, sino que quiero ir hacia la marroquinería, los accesorios. Todo el tiempo pienso en incorporar otro material, pero tengo que investigar bien qué hay en la zona que pueda reutilizar; es como volver al jean dentro del placard”, comenta. Mientras tanto, lo siguiente en la agenda de Erica es fabricar sus propios botones de madera.
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