Por Cata Greloni Pierri
Entre shows LGBQTI, trap y rock para las masas, el festejo musical dominó a las 100.000 personas que pasaron por el Hipódromo de San Isidro en el segundo día del festival
“Vamos con un temaiken”, dice Ca7riel desde el Main Stage 2, en cuero, pasado el mediodía del segundo día del Lollapalooza Argentina. Catriel Guerriero es la nueva sensación del trap local y lo escolta Paco Amoroso (de rayas verdes, calzas y la taza rubia platinada característica), un “punk del futuro”, como él se denomina, que entró al escenario para tocar su hitazo “Jala Jala” y “Ouke”. Cada golpe de graves se vió acompasado por chorros de agua que los de seguridad le tiraban al público que, ya para ese horario estaba enardecido. En línea con el indie local, los mendocinos de Perras on the beach siguieron la jornada desde el Alternative con su semi balada “Puchos”, para ir escalando el show. Simón Poxyran cantó su canción de amor a “la Cami”, dedicada a su novia; para Turco X, Ca7riel subió a rapear como invitado para cerrar con “Sangucci”, que lo tuvo a Bruno Beguerie como frontman, rapeando y bastardeando a “las copias baratas que les sobra internet pero les falta ghetto”.
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Vestida de negro, con bailarines en escena e invitadas a rapear como Pol-y y Femigangsta, Lelé debutó en el escenario principal del Lollapalooza donde más tarde tocarían The 1975 y los Arctic Monkeys. La consola de la banda falló y los temas de su nuevo álbum, como “No me sueltes” o “Haters” sonaron intermitentes entre correcciones de sonidos, para cerrar con “La Benjamín”, a fuerza de trap, sensualidad y resiliencia.
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Del otro lado del predio de San Isidro, en el escenario Alternative, y con una energía eléctrica, la francesa JAIN no se quedó quieta ni un solo segundo. La francesa más conocida como Jeanne Galice empezó su solo set enfundada en el mismo overol azul símil astronauta de la NASA que usó para el video de “Oh Man”, esa canción pop con influencias y cuerdas orientales. Entre fanáticos de pelos de colores y cortes raros, JAIN rapeó, sampleó, bailó “Star” e hizo saltar a todos con su pequeña cajita de beats entre disco y psicodélicos. La francesa levantó el espíritu de la tarde del sábado y le preparó el terreno a Troye Sivan.
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El sudafricano de 23 años comenzó su show de la misma forma que el sideshow del jueves en Niceto. A través de “Seventeen”, Troye le canta a los miles de argentinos que se acercaron al hipódromo acerca de su iniciación sexual, para seguir con “Bloom”, cantata al enamoramiento adolescente, en clave pop. “¡Wow! Esto parece el final de Bohemian Rapsody”, dijo el cantante nacido diez años después del recital de Queen, Live Aid ‘85, que asocia más esa cantidad de público festivalero a la biopic de Netflix que al original. Con “Heaven” se puso sentimental. El himno a la salida del closet y las fantasías de rechazo vividas desplegó un setlist propicio para el momento del show donde se vieron banderas y los colores del orgullo LGBQTI, tanto desde la pantalla como entre el público.
St. Vincent apareció en escena sobre un pedestal circular como una dominatrix del rock: botas altísimas de vinilo que parecían hechas de brea, body strapless de cuero y medias de red. Como arma de seducción, su guitarra flúo iluminada x flashazos ultravioletas, único elemento en escena. Entre “Sugar Boy”, “Los Ageless”, y “Digital Witness”, Annie Clark cambia de guitarra (siempre una Ernie Ball Music Man, modelo diseñado por ella) en cada tema y seduce a las masas con un espectáculo íntimo que aporta una cuota de humor bizarro desde las visuales de fondo, que la muestan a ella como un payaso macabro que atiende y cuelga un teléfono, de bob negro y boca Mcqueenesca.
“¡Hola Argentina! ¿Quieren más música?”, gritó a medidados del show. La respuesta fue “Masseduction”. Esta mujer, que tiene tantas capas de complejidad como guitarras, no solo sedujo a las masas argentinas desde el Alternative Stage, sino que todos se fueron con mucho en qué pensar.
Con los primeros colores de la noche del segundo día llegaron los británicos de The 1975 al Main Stage 1. Entre pop rock bailable y baladas románticas, la banda de Matthew Healy, Adam Hann, Ross MacDonald y George Daniel presentó su cuarto disco, Notes on a Conditional Form, más éxitos de sus álbumes anteriores, como “Love It If We Made It” y “Sex“.
Después del show de la tarde que regaló Troye Sivan llegaría el turno de Sam Smith, para recoger el guante con los colores del arcoiris. El inglés debutó en la Argentina en el Main Stage 2 con un repertorio de temas que lo hicieron conocido, como las colaboraciones con Disclousure, “Latch“ y “Omen” y otras de sus baladas (“Stay With Me” y “I´m Not The Only One”), con un registro vocal impecable.
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Con puntualidad inglesa, tal como lo hizo Smith desde el Main Stage 2, llegó el turno de los Monos del Ártico, desde el escenario enfrentado, para ofrecer un espectáculo mutante de más de una hora y media. La banda liderada por Alex Turner desde hace más de quince años ofreció un show de impecable sonido que fue variando de su rock de guitarras, en su comienzo, con las canciones más hiteras como “Do I Wanna Know”, “Brianstorm” y “I Bet You Look On The Dancefloor”, para ir intercalando con otras de su último disco, más melódico y lounge, Tranquility Base Hotel + Casino.
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En este segmento sonaron “One Point Perspective”, la canción que le da nombre al álbum y “Four Out Of Five” entre muchas otras y bises, mientras Turner, lookeado en clave entre James Dean y Elvis, se sacaba los anteojos aviadores, en plena discursividad poética. La banda muta y recorre ambientes y sonidos como Turner lo hace a través del hotel ficticio que plantea y los Arctic Monkeys salen, no solo ilesos de toda experimentación, sino bien parados gracias a ese andamiaje sólido, sensual y preciso que los identifica.