Tal vez algunos la consideren una película animada para chicos, pero El Mago de Oz es universal. Detrás de la trama, la historia de Dorothy, una joven huérfana que viaja a través de un sueño a Esmeralda, un paraíso donde los deseos se cumplen, se esconde un mensaje valioso sobre la vida.
¿Quién no soñó en algún momento con ese lugar donde los sueños se hacen realidad? De eso nos habla Oz. Y nos muestra que muchas veces nuestros miedos nos paralizan y detienen nuestras realizaciones, ya que cualquier decisión de la mente o lo que elijamos creer de nosotros mismos afecta tanto al comportamiento como a la experiencia.
Así, esta película de culto enseña que si bien en el camino amarillo –en la vida– nos vamos a encontrar con adversidades, miedos, falta de esperanza y hasta con ese sentimiento de estar hechizados o paralizados, es justamente frente a esos obstáculos donde aprenderemos lo que tenemos que saber para luego poder obtener lo que deseamos.
Como dijo Oz: “Te daré un corazón, un cerebro, coraje y tu retorno a Kansas si me traes la escoba de la bruja del Oeste”. En esa búsqueda de la escoba, los personajes se encuentran a sí mismos enfrentados a sus propios miedos y, sin darse cuenta, cada uno colabora en resolver el conflicto desde lo que ellos creían que era una carencia.
Lo que Dorothy finalmente aprendió es que siempre había tenido el poder de volver a su casa y que no necesitaba de ningún mago ni de nadie para cumplir su sueño. Como ella misma dice: “Lo que aprendí es que si alguna otra vez quiero encontrar el deseo de mi corazón, no tengo que buscar más allá de mí misma, porque si no lo encuentro allí, entonces en realidad nunca lo había perdido”.
Al fin de cuentas, en nuestras intuiciones, instintos, y en esos impulsos momentáneos de la imaginación está la verdad. En nuestro camino puede haber problemas y dificultades, pero finalmente siempre es un camino que conduce al conocimiento y a la iluminación: a ese lugar deseado y soñado llamado Esmeralda.
Siempre seguí el camino amarrillo!